Foto: Albert Podell
Albert Podell, ex editor de la revista Playboy, hizo lo que todos fantaseamos pero muy pocos logramos: viajar a los 196 países de la Tierra.
Hacerlo le tomó 50 años. En el camino, fue perseguido por el búfalo de agua, se rompió unos cuantos huesos, comió alimentos extraños y fue arrestado, asaltado, y casi linchado. Pero vivió para contarlo en un nuevo libro, Around the World in Fifty Years: My Adventure to Every Country on Earth (“La vuelta al mundo en cincuenta años: Mi aventura en cada país de la Tierra”).
Desde su casa en Nueva York, se refiere a la espinosa cuestión de lo que constituye un país, destaca el mejor lugar para comer ratones a las brasas, explica por qué los teléfonos inteligentes están minando el espíritu aventurero de los jóvenes, y nos dice por qué su lugar favorito sigue siendo Estados Unidos.
¿Eres la única persona lo suficientemente loca como para haber hecho esto? ¿O hay algún ‘Club 196’?
Buena pregunta. No hay un club. Hay un grupo que se autonombra “Los más viajados del mundo”. Son un puñado de chicos ricos poseedores de yates; van al archipiélago de Filipinas o Indonesia, donde hay casi 10,000 islas, y cada vez que se detienen en una isla hacen otra ranura en su cinturón.
Hay personas que cuentan como país todo lo que alguna vez fue un país. Yo sólo tomo en cuenta entidades que en la actualidad son países. Por eso saqué de mi lista a la URSS, a Alemania Oriental y a Vietnam del Sur.
Tú vienes de una familia de Brooklyn que nunca viajó más allá de Boston. ¿Qué pasó ahí?
[Risas] Yo sólo sentí que tenía que haber una manera más interesante de vivir que el hecho de nunca viajar. Empecé a coleccionar estampillas a los seis años. Me encantaban esos trozos de papel de colores, y desde el principio decidí que quería uno de cada país. Estaba fascinado por el lugar de donde esos sellos provenían, por los diferentes animales y culturas.
Luego, cuando tenía unos ocho años, empecé a leer, ¿adivinen qué? National Geographic. Y quedé atrapado por los países extranjeros. Dije: “Tengo que ir a ver todos estos lugares”. (Lee: La dieta de altura de los nómadas de Afganistán)
Foto: Albert Podell
He estado en 72 países, pero mi esposa siempre dice que hago trampa porque agrego lugares en donde cambio de avión. ¿Cuál es tu criterio para haber "visitado" un país?
Odio decirlo, pero creo que, para mis estándares, probablemente eso sí que es trampa. Mi criterio consiste en lo siguiente:
1. Tiene que ser un país reconocido en el momento de estar ahí.
2. Debes tener una visa o entrar legítimamente.
3. Debes recibir un sello en tu pasaporte.
4. y 5. Puede haber cierta flexibilidad, pero mi sensación es que cuando menos debes ir a la capital, quedarte 24 horas, como mínimo, y si es posible atravesar el país en una dirección.
Es necesario que sea una visita real. Al cambiar aviones, uno no suele pasar por la aduana, por lo que creo que tu esposa tiene razón. Elegiste a una mujer inteligente. [Risas]
Fotos: Albert Podell
¿Cuál fue el momento más espantoso que tuviste durante sus viajes?
Indudablemente, cuando llegué a un minuto de ser colgado al este de Pakistán. Mi expedición había entrado en Pakistán Oriental varias horas antes de que la guerra con la India comenzara en 1965. Llegamos a Dhaka, la capital de la entonces Pakistán Oriental —hoy Bangladesh— y oí que iba a haber una marcha por parte de paquistaníes contra la Agencia de Información de Estados Unidos, porque habíamos suministrado una gran cantidad de equipo militar a la India.
Quería tomar algunas fotografías, y había un maravilloso edificio estratégicamente situado en esquina, con amplios balcones y una balaustrada en la que podía esconderme para tomar fotos. Así que crucé la calle, subí cuatro pisos, me asomé por el balcón y estaba a punto de empezar a tomar fotos cuando dos soldados me agarraron. Resultó que el edificio era el Ministerio de Defensa paquistaní. [Risas]
Me arrastraron a una habitación donde había unos 40 trabajadores civiles de la defensa coreando, “¡espía indio!”, “¡cuélguenlo!”, “¡ahórquenlo!”. Entonces el portero salió. Regresó con una cuerda gruesa, la arrojó sobre una viga, formó un nudo y puso la soga alrededor de mi cuello. Parecía que iba a ser mi final.
Fotos: Albert Podell
Comiste algunos platillos bastante extravagantes en tus viajes. Vamos, horrorízame.
Comería casi cualquier cosa excepto especies en peligro de extinción. Probé el cerebro de un mono vivo en Hong Kong. Engullí carne de camello viejo, que apenas se desliza en tu boca, la recubre de grasa.
Uno de mis dos mayores desafíos fue comer ratón. En Malawi comen ratones. Pero nadie allá me decía dónde podía encontrar ratones a la parrilla, porque los consideran un vestigio de la época colonial, cuando las personas eran tan pobres que tenían que sacarlos de agujeros para comerlos.
Por último, en mi último día, me encontré con un viejo amigo que, por 10 dólares estadounidenses, accedió a llevarme a donde vendían barbacoa hecha con ratones enteros. Llegamos allí a las 4:00 pm. El encargado de preparar la barbacoa estaba haciendo el aseo. “Yo no sé de los hábitos alimenticios de los estadounidenses”, me regañó. “Pero en Malawi sólo comemos ratones para el almuerzo. Y ya cerramos”. [Carcajadas]
La generación de mi hijo —tiene 28 años— no es muy dada a la aventura como lo era la nuestra. ¿Por qué crees que es así? ¿Qué se está perdiendo?
Muy buena pregunta. En primer lugar, los jóvenes obtienen mucho de su aventura vicaria con los videojuegos. También están acostumbrados a tener el mundo a su alcance, literalmente, con el internet. Si quieren ver cómo es París, hay 20 o 30 webcams alrededor de esa ciudad a través de las cuales pueden mirar.
Creo que otra razón por la que no son tan aventureros es que hay mucha confusión en el mundo. No soy sociólogo, pero creo que sería fascinante estudiar por qué son tan cautelosos. Esto aplica sobre todo en el caso de los chicos estadounidenses. Los viajeros jóvenes que me encontré eran de países como Nueva Zelanda, Australia, Alemania, Francia, Canadá o Gran Bretaña. A los estadounidenses los pone nerviosos el salir al mundo y decir las cosas como son.
Fotos: Albert Podell
Esta es una pregunta que, estoy seguro, todos se hacen: ¿Cuál es tu país favorito?
Si me presionas para responder, mi país favorito es Estados Unidos. Tenemos algunos de los paisajes más espectaculares del mundo: las secuoyas, el Parque Nacional de los Glaciares, el Monte Rainier, los senderos de follaje de Nueva Inglaterra. Somos una sociedad heterogénea. En Nueva York, es posible ver personas de todas las razas, credos y colores del mundo, todos llevándose bien.
Pero si tuviera que elegir países, me quedaría con Nepal y Suiza por el paisaje. Por la comida, con Vietnam, Tailandia y Francia. Y por la cultura, con Francia, Inglaterra, España y Egipto.
Fotos: Albert Podell
Fuente: http://www.ngenespanol.com/
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